Caracas tiene lugares peculiares, como ese en La Florida donde convergen un restaurant chino que para sobrevivir vende empanadas criollas, un tarantín de frutas y una zapatería. También hay un servicio de encomiendas, hacia donde corría por la proximidad de la hora de cierre cuando escuché al frutero conversando con el vendedor de zapatos y un señor que se tomaba una cerveza. ¿Pero qué digo yo “conversaban”? ¡Dictaban cátedra sobre la política estadounidense!
Mañana son las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Una campaña intensa, altisonante, llena de datos cruzados gracias la tecnología, Un proceso muy sonado pero, a la vez, muy lejano para el venezolano que debe hacer cola para comprar comida.
Yo no recordaba la fecha exacta, pero esta gente no sólo la recordaba sino que también entendía a la perfección el sistema de votación, los estados determinantes para la victoria, los temas más álgidos, los puntos débiles de cada candidato.
Quise quedarme a escucharlos y aprender. Pero recordé la hora. También recordé que Venezuela está en crisis y que de eso nadie entiende tanto como para debatirlo en plena calle. Recordé que hace menos de un mes se detuvo la recolección de firmas para solicitar un referendo revocatorio. Que, luego de insultos y trampas, gobierno y oposición se sentaron en una mesa de diálogo en la que nadie cree, ni siquiera los mismos dialogantes. Siempre es más fácil encontrar soluciones a los problemas ajenos, claro está.