Con el ruibarbo tengo una historia muy particular: hace muchos años fui vegetariana. Pasó porque sí, porque un día no me provocó comer más carne, pollo o pescado y progresivamente me fui adaptando a una dieta que, en un punto llegó a ser vegana, pero que en líneas generales fue vegetariana.
En esos tres años (porque así como llegó el deseo de abandonar la carne también desapareció un día), recorrí toda Caracas buscando opciones. De esta anécdota han pasado casi 20 años y para aquel entonces no estaba tan de moda el vegetarianismo, así que las opciones eran limitadas: templos Hare Krsna, Del Canalito Natural de Los Ruices, El Gourmet Vegetariano de La Florida y un puñado más. Y fue justamente en el de La Florida donde probé por primera vez un postre cremoso y dulce con un toque ácido distintivo del que su dueño en aquel momento (un señor alemán, creo recordar) estaba muy orgulloso: era dulce de ruibarbo.
Planeé recrear esta deliciosa comporta durante años y no me atreví, hasta hace unos días… cuando compré ruibarbo, busqué una receta y puse manos a la obra.
Casi todas las recetas son de ruibarbo con fresa pues al parecer son la pareja estrella, pero encontré en Sweet & Sour una receta de ruibarbo, cambur y cítricos que modifiqué a mi gusto y el resultado ha sido excepcional. Por contener azúcar y cítricos, sólo la recomiendo para niños mayores de un año.
Es más bien ácida (entre otras cosas porque usé mucha menos cantidad de azúcar que en la receta original), pero la fruta madura suaviza los matices astringentes. Y el brillo que le da la mandarina es genial. Comparto.
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