La iGen o generación centennial es una tarea pendiente. De ellos se habla con la condescendencia de quien no cree que puedan causar un gran impacto en la sociedad… aún. Pero basta una revisión rápida de los principales sitios de mercadeo y tecnología para hartase del término millennial… ¡todo gira en torno a ellos!
Aunque hay una realidad innegable: como todas, la Y o millennial es una generación que envejece, madura, va haciéndose adulta. Sigue siendo la generación con mayor crecimiento en la fuerza laboral y de consumo, pero por mandato cronológico ya no están solos: los iGen les siguen los pasos.
Sus hermanos menores ya tienen edad suficiente como para comenzar a ser vistos como una fuerza emergente, una generación criada entre dispositivos tecnológicos y en ambientes controlados por las crecientes preocupaciones de seguridad y las ocupaciones de sus padres (X-Y) por hacer dinero, pagar las cuentas y alcanzar el estatus que se propusieron, económica y socialmente hablando.
Los centennials (aunque expertos como Jason Dorsey prefiere llamarlos iGen, otros sencillamente Z) no guardan rencores, pero lo tienen claro: no quieren ser como los millennials. Para ellos, la generación Y ya es vieja (¿quién no pensó a los 15 años que los de 30 lo eran?), son prejuiciosos y más que ser amigos de la tecnología, son dependientes de ella. Un iGen sabe que cada dispositivo es un medio, no cae en la trampa de considerarlo un fin.
Esta es una generación que no quiere aprender a usar la tecnología sino crearla. No conocieron el mundo previo al online, así que no se engolosinan con los avances sino que desean ser los protagonistas del cambio.
Con acceso a tecnología cada vez más funcional, práctica y asequible, experimentan sin temores y descubren nuevas aplicaciones, generan modificaciones de código para adaptar apps que consideran a medio terminar y en el camino, se divierten.
Y ese es uno de los factores diferenciales de esta generación: han visto la lucha de sus predecesores por adaptarse al cambio y producir bienestar, y lejos de desear luchar a brazo partido, desean que sus aficiones generen dinero y un nuevo mundo, plural y diverso.
Son la generación youtuber, especialmente porque muchos de ellos apenas leen con fluidez y los que son capaces de hacerlo, aún no han llegado a la lectura por placer sino por asignaciones escolares. Altamente atraídos por lo visual, por mensajes cortos y al grano, no son amigos de las tradicionales tácticas mercadotécnicas de dar rodeos. También, claro está, porque nunca como ahora estuvieron disponibles tantos recursos educativos a través de videos tutoriales… y ellos lo aprovechan para hacer del digital un gran laboratorio.
Siendo menores que el resto, su tolerancia a la frustración crece en la medida en que reciben rechazos de trabajos a los que se postulan… pero siguen aplicando a decenas de empleos y proyectos temporales en línea, aunque sean pocos los que les brinden una oportunidad. Cada sí, sin embargo, es una batalla ganada y unos dólares adicionales a su mesada.
Esta es una mirada panorámica a lo que está por venir, que promete ser contundente. Si todavía escuchas a expertos únicamente enfocados en la generación Y/millennial apuntando hacia el futuro, piénsalo dos veces antes de validar esa experticia: el presente es millennial, pero el futuro definitivamente es centennial y ya tiene rostro.