manitosencelular

Hace un año, en noviembre de 2015 para ser más exactos, fue divulgado un estudio que reveló que las pantallas de los teléfonos inteligentes pueden tener hasta 600 bacterias, 30 veces más que las 20 que hay en una poceta. El reporte fue presentado por investigadora del Departamento de Microbiología de la Universidad de Barcelona (UB), Maite Muniesa.

Además de los potenciales riesgos de acoso cibernético, acceso a contenido inadecuado o pantallas partidas, uno de los problemas de darles el móvil a los pequeños es que se trata de uno de los aparatos que manipulamos con más frecuencia, incluso después de realizar actividades como cocinar, ir al baño o aplicar medicamentos, y muchas veces los tomamos sin desinfectarnos correctamente las manos antes de hacerlo.

El niño, dependiendo de la edad, puede llevarse el aparato a la boca o ponerlo en contacto con áreas sensibles de su cuerpo, lo que significa que se está exponiendo a las 600 bacterias identificadas en el estudio. También podrían estar en contacto con restos de medicamentos y alimentos.

En general, todos dejamos rastros de productos químicos, moléculas y microbios en cada objeto que tocamos. De hecho,  investigadores de la Facultad de Medicina y la Escuela de Farmacia y Ciencias Farmacéuticas Skaggs de la Universidad de California en San Diego, Estados Unidos, pudieron elaborar esquemas sobre el estilo de vida del propietario de cada teléfono, incluyendo su dieta, productos de higiene preferidos, estado de salud y lugares visitados. Algunos de los medicamentos que detectaron en los teléfonos incluyen cremas antiinflamatorias y antihongos para la piel, tratamientos para la pérdida del cabello, antidepresivos y colirios y entre las moléculas de los alimentos había cítricos, cafeína, hierbas y especias. Todo esto resulta potencialmente peligroso para un niño.

La recomendación es lavarse las manos con agua y jabón frecuentemente, en especial después de ciertas actividades y antes de tomar el celular. Asimismo, limitar el acceso de los niños a dispositivos de adultos, prefiriendo juguetes más apropiados o reservar un aparato para el uso exclusivo del niño (su tablet, por ejemplo, que también debe higienizarse con frecuencia).