Hablar de nuevos medios o tecnologías para referirse a Internet es, por decir lo menos, un anacronismo. A pesar de que en Venezuela la penetración de Internet apenas sobrepasa el 30%, ya todo el mundo conoce Internet (aunque no necesariamente la use a diario) , y se acepta su utilidad como fuente de documentación informativa.
Pero debemos reconocer la lentitud con la que muchas instituciones han dado el gran paso no sólo de entrar a la red, sino también de hacer vida digital. Y de todas, la que más me aterra es la universidad.
No se trata solamente de ofrecer conexión a Internet, o de publicar una página web vitrina con simples datos de contacto e información general sobre la misión, visión y objetivos de la institución. Se trata, más profundamente, de entender que una página web es un medio, un instrumento poderoso para entrar en contacto con la gente y para gestionar la reputación de la empresa, institución o marca.
Extrañamente las universidades venezolanas lo han entendido tarde y, en muchos casos, mal. De las 50 universidades que conforman el colectivo de educación superior en nuestro país, 48 de ellas cuentan con página web: un impresionante 96%. ¿Por qué afirmo, entonces, que han entrado tarde y mal a la era digital? Bastaría un simple paseo por los principales portales universitarios venezolanos para entender mi afirmación: se trata de páginas web con pobre diseño, con baja frecuencia de actualización y con funciones interactivas casi nulas. La universidad venezolana, en general, no entra a la red a conversar sino a colgar una gran cartelera donde se publican notas de prensa rígidas, anuncios de eventos pasados e incluso información institucional no actualizada. Quien desee inscribirse en un curso o realizar un trámite administrativo, ¡que no pierda su tiempo tratando de encontrar la información en línea! Las universidades prefieren el uso del teléfono para estos trámites: para ellos la web es un accesorio al que mandan información de segunda, y sólo si tienen tiempo.
En los espacios digitales de los centros de educación superior esperaríamos encontrar reflexiones, revistas científicas, agenda de eventos, consultas públicas sobre temas de interés, directorios de recursos de investigación y, sobre todo, participación de estudiantes y profesores por igual. Después de todo, la universidad es un centro de intercambio de ideas que construye conocimiento, y si no sólo una voz se expresa (la de sus editores), ¿a cuál intercambio nos referimos?
Una de las principales excusas de las universidades para no invertir los recursos necesarios en una buena página web es el costo: no hay dinero para dedicar un departamento que gestione el mantenimiento de un sitio web. Con esta excusa se explica, también, el hecho de que muchas de sus páginas web tengan complicadas arquitecturas de información, viejos diseños (+5 años), o que cuenten con tecnologías anacrónicas que hagan imposible la incorporación de nuevos recursos que faciliten la navegación.
Ciertamente es necesario contemplar costos de dominio y alojamiento, pero la verdadera gran inversión que debe hacerse es de recurso humano. ¿Y no es precisamente el recurso humano lo que se forma en esas instituciones? ¿se equivoca la empresa privada al considerar a la universidad una mina de talentos? Tan sólo en Venezuela hay 26 escuelas de Comunicación Social. ¿Cuántos estudiantes podrían hacer prácticas en laboratorios digitales universitarios, aprendiendo a hacer periodismo digital mientras producen contenido valioso para su campus con la guía de sus profesores? Lo mismo puede decirse de las facultades de ingeniería, que forman profesionales que, de seguro, estarían dispuestos a integrar tecnologías económicas, usables y modernas en las páginas web de sus universidades.
Esta falta de visión explicaría por qué terceros asumen el protagonismo digital que deberían estar ocupando las universidades, ofreciéndole a la institución un canal de difusión web que no tendría razón de ser si las universidades mantuvieran activos y funcionales sus propios portales.
Casos excepcionales: el sitio de la Universidad Simón Bolívar (bien estructurado y siempre actualizado) y el de la Universidad Monteávila (que, aunque un poco desordenado, siempre cuenta con información de interés nueva y pertinente).
La buena noticia es que ya son muchas más universidades venezolanas las que están al tanto de esta necesidad de apropiarse del mundo digital…pero todavía les falta mucho camino por recorrer, y un buen mapa sería el que desde ya dibujan los propios estudiantes, quienes llevan a cabo iniciativas universitarias importantes y gratificantes como Viva la U. No sería la primera vez que el maestro aprenda del alumno…y lo digo con la humildad de una profesora de postgrado que cada día agradece a la vida la oportunidad que le dan sus estudiantes de redescubrir el mundo y sus posibilidades.